Octubre 20, 2021
Pero primero…
Las calaveritas son una parte esencial de cada Día de Muertos. Es más, una parte esencial de México y punto. Desde la primaria, nuestras maestras y maestros nos tenían escribiendo calaveritas cuando se acercaban estas fechas.
Por si no las conoces, las calaveritas son pequeños poemas en verso, escritos con humor, ironía o algún gesto de picante mexicano. Su tema principal circula alrededor de la muerte. Así es, desde primaria nos burlamos de la muerte.
Estas calaveritas suelen ir dedicadas a algún ser querido, pero también pueden hablar de personajes célebres, artistas mexicanos, políticos (a estos les tocan con menos cariño), o incluso hasta de uno mismo. Lo importante es que en algún punto se juegue con la muerte.
La idea de esta tradición, como muchas alrededor del Día de Muertos, es recordar que la muerte es algo que nos acompaña todos los días. No es necesariamente mala, sino que, como las calaveritas y los altares, puede estar llena de colores, sabores y recuerdos felices.
Inevitable sentir nostalgia, claro, pero es un recordatorio de que somos humanos y para allá vamos todos.
¿Qué tal? Pa’ qué esconder lo inevitable, mejor veámoslo como parte del paseo, pues este cuerpo es prestado y la vida pasa en un segundo. Allá nos vamos a terminar de conocer.
En fin, tu viniste aquí por calaveritas y como yo no quiero que te me mueras esperando, aquí te comparto unas siete con todo y dedicatoria:
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Pasé a la florería y te compré unas flores
Después a la plaza que estaba de pasada
Te compre tres vestidos raros, como te gustan, de colores
Y para cenar vino, queso y chiles en nogada
Pero cuando venía por el mercado, pensando en tus fulgores
Se me apareció por sorpresa una calaca despiadada
“Vengo por tu vida, ni te escondas, ni me llores”
Sombría y fría, así me habló aquella flaca
“Al menos despedirme del amor de mis amores”
“Pero deja tus regalos” respondió muy enfadada
Y por eso aquí estoy, no hagas caso a los rumores
No olvidé nuestro aniversario, pero de tus regalos
La Muerte me dejó sin nada.
Llevo toda la semana con el Jesús en la boca
¿Será que es mi momento, me habrá llegado la hora?
Siento que me sigue una figura muy oscura
¿A caso la calaca vino a mi sepultura?
La veo en cada esquina, me ve con ojo de loca
Le conté esto a mi novia, frío como roca
Y justo en ese momento volví a ver a la figura
“La cena está servida” nos decía con dulzura
Al parecer no moriré hoy y eso si me alegra
Pero ahora sé muy bien, que me vigila mi suegra
Mi compadre nunca necesitó divertirse
Para tomarse sus alcoholes
Lo importante era medirse
Contra todos menos contra sus riñones
Ay compadre, te me fuiste
Y no dejaste ni un trago de tus licores
Ahora solo, acá muy triste
Me siento a ver morir las flores
¿Pero que veo allá a lo lejos?
Es la calaca que viene a carcajadas
Y al lado mi compadre y sus festejos
¡Que no estaba muerto, andaba de parranda!
En esa casa donde todo es viejo
Donde hay mucha comida y pocas reglas
Crecí creyendo que muy lejos
En su altar pondría las velas
Un adiós a esos maestros
Que en la vida dejan huella
Que la muerte allá en el cielo
Los reciba así de fiesta
Mientras tanto me desvelo
En el altar con su foto puesta
Porque este Día de Muertos
No descanso ni una siesta
Hasta ver a mis abuelos
Cada noche como esta
(Ya ba’yorar)
Padre mío y madre santa
Me porto bien, lo juro
Lo aprendí con la chancla
Aunque ahorita estamos lejos
Ni la muerte me asusta
Porque hablé con ella muy en serio
Para que a ustedes no se los lleve nunca
(ya‘toi yorando)
Andaba con mis hermanos
De travesura en travesura
Cuando sin querer queriendo
Nos metimos mucho en la aventura
“¿Y ahora cómo regresamos?”
Pregunta mi hermana, la más madura
Y cuando menos lo pensamos
Nos aparece una calaca, con una expresión muy dura
“Para regresar tendrán que darme un alma”
Nos dijo esa alta figura
“Safo dar la mía” respondimos con premura
“¿Quién lo dijo al último?” preguntaba la huesuda
Y tras mucho debatir, la llevamos al borde de la locura
“¡Basta ya! Quédense sus almas, pero paren la tortura”
Y así fue como escapamos
De una muerte muy segura
Un viernes como otro
Encerrado en la oficina
Se fueron todos, me dejaron
Cerraron hasta las cortinas
Pensé que por fin lo habían logrado
Volverme loco con su rutina
Cuando frente a mi apareció
Una calaca bailarina
Pareció muy sorprendida
Cuando sonreí a esa catrina
“¿No te espanto, no me temes,
no te aterra mi guillotina?”
Ingenua flaca, te estaba esperando
Pa’que me lleves lejos, lejos de esta esquina
Y hasta ahí lo dejamos por hoy porque ya me metieron en muchos problemas.
Pero no dejen de compartir esta tradición, que siga corriendo por nuestras venas.
Y de paso mándenme las suyas, que ya quiero leer sus poemas.
¡Ajúa!
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