Junio 06, 2019
Hace 30 años mi brillante papá, un Ingeniero que se mudó de la Ciudad de México a Cancún por motivos laborales como muchas otras personas. Ambos él y Cancún eran igual de jóvenes. Fue poco después de instalarse en esta tranquila ciudad, que sus compañeros lo llevaron al lugar que se convertiría en el rincón favorito de su nuevo hogar: Xel-Há; donde celebraría la vida, los nuevos inicios y sus próximos 29 cumpleaños.
“La primera vez que visité Xel-Há, la entrada solo costaba 30 pesos mexicanos y recuerdo que jamás había visto algo parecido… tanta agua… tanto azul.”
El contacto con la naturaleza en su forma más pura fue un parteaguas en la vida de mi papá, dejando atrás el ajetreo de la capital. Narra su primer encuentro con esta maravilla escondida, con gran admiración hacia quienes la edificaron, pues exaltar la belleza natural sin destruirla es un desafío que no todos los desarrolladores de Cancún supieron asumir.
“Las amenidades eran limitadas (no habían lockers ni regaderas, por ejemplo) pero aun así querías regresar año con año.“
Con mi mamá a su lado, ya como su esposa, la familia comenzaría a crecer a pasos agigantados al igual que Cancún.
En 1997, la ciudad contaba con 124 hoteles y ellos me recibían a mí, su segunda (pero no última) hija. Yo tenía solo 6 meses cuando nadé (o más bien floté en brazos de mis papás) por primera vez en Xel-Há. Dos años después nació mi hermano y la familia estaba completa para iniciar la tradición de festejar ahí los cumpleaños.
Nos cuenta que los desafíos de viajar con tres niños pequeños eran grandes, pero necesitaba incluirnos en ese mundo de fantasía que había descubierto. Admite que fue mucho más fácil cuando se abrió el Mundo de los Niños y que fue su forma de enseñarnos a respetar nuestra cultura, el medio ambiente y a perder el miedo a las alturas.
“Yo no sabía nadar bien, Xel-Há fue donde agarré confianza para hacerlo… de todas formas lo pude disfrutar al máximo gracias a las llantas y los chalecos que te dan seguridad para recorrer todo.
Extrañamente para mis hijos cancunenses fue muy natural nadar, solo les ponía el chaleco y vámonos a explorar.”
Con tres hijos casi llegando a la adolescencia de 11, 13 y 16 años, mi papá pensaba que quizá los días familiares se habían acabado. Ese abril no se comentó nada acerca de la salida y ante el aparente desinterés, mi padre prefirió irse a dormir sin decir nada, antes que imponernos un plan que podría estorbar en nuestro fin de semana social.
A la mañana siguiente mis hermanos y yo nos plantamos a pie de su cama con nuestros zapatos de agua puestos y le preguntamos disgustados que por qué no estaba listo. Feliz pero aturdido por los gritos, se puso su traje de baño nuevo y le dio la bienvenida a los 45 de la mejor manera que conoce: nadando en el río de Xel-Há.
Con tres hijos ya adultos, de 20, 22 y 25 años y un deseo enorme por ver a su familia junta, la planeación del paseo el 10 de abril, comienza un mes antes. Verificamos nuestras celosas agendas para apartar un fin de semana y pasarlo con mi papá. El trayecto en el coche es un viaje en el tiempo que le recuerda que nos sentamos por edades y que mi hermana jamás cede el control de la música.
Tenemos la dicha de estar a unas horas de pasar un día excepcional. Maneja sin prisa, pues ese recorrido simboliza nuestra unión como familia. El tiempo se nos pasa tan rápido que en ocasiones nos quedamos platicando un poco en el estacionamiento.
Una maleta pequeña basta para nuestra experimentada familia de cinco y al llegar a la taquilla nos preguntan: ¿ya nos habían visitado antes?, nos miramos cual cómplices y respondemos: no, es la primera vez.
Como ven, somos expertos en visitar Xel-Há, aquí te dejo unos consejos que nos permiten optimizar nuestro tiempo y estar en sintonía con el parque:
Desayuno en Chulavista, lockers, llegar en bicicleta hasta el inicio del río, recorrerlo esnorqueleando, con paradas obligadas en la Piedra del Valor y todas las actividades en el Mundo de Aventura; asolearnos, comer algunos snacks en La Terraza, cruzar el puente colgante, pasear por el Sendero de la Conciencia, comer en La Cocina del Pueblo, hacer una parada en el bar y descansar en las hamacas. Te recomendamos:
Además de aprovechar el precio especial, la excelencia e innovación en el servicio y la belleza en el paisaje continúan siendo un imán para nosotros los quintanarroenses.
“Siempre regreso a Xel-Há porque me recuerda porque amo vivir en Cancún, espero poder seguir sintiendo eso con mi familia hasta mi último día.”
Feliz Cumpleaños, papá.
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