Abril 15, 2019
No sé si debe a los modelos, a la aproximación con el mercado, o simplemente a la naturaleza de los parques, pero rara vez vemos publicidad de adultos mayores en sitios turísticos. Esto me puso a pensar, ¿qué será de mí a los 60 años? ¿a caso ya no podré ir a los parques que tanto me gustan ahora? ¿será que tendré que retirarme a una casa de retiro? ¿mi mayor diversión será jugar a las cartas un martes por la tarde? Todo esto rondaba por mi cabeza cuando surgió la idea del siguiente experimento social.
Los conejillos de indias: mis padres. Dos especímenes perfectos para el proyecto. Ambos adultos mayores, tal vez algo acostumbrados a una rutina tranquila en casa. Nuestro reto sería sacarlos de ella para vivir el reto en Xenses y descubrir si los pensamientos que me acechaban eran correctos o solo ideas locas.
Los resultados no solo me dieron paz mental, ¡sino que me llenó de alegría poder compartir estos momentos con mi familia!
La noticia debería llegarles de tal forma que no me la pudieran rechazar. Conociendo a mi padre, sabía que existía la posibilidad de encontrar un “pero” a este plan. Adiós experimento, adiós artículo, adiós todo. Por ello, mi metodología fue precisa cuando el primer paso fue planteárselo a mi mamá, quien sabía que me diría que sí. Una vez con mi madre abordo, fue más fácil convencer a mi papá. Ya con los dos enterados del plan, era cuestión de esperar al viernes para ir todos juntos a Xenses. Cabe mencionar que también para mi sería una experiencia nueva, pues de todos los parques de Xcaret, este era el único que me faltaba por conocer.
¡Vaya experiencia! Cuando empezamos el recorrido, yo iba muy en mi papel de investigador. Papel que rápidamente abandoné para divertirme como niño. Un gusto que se multiplicó cuando me di cuenta de que mis papás también lo hacían. Demostrando con sonrisas sinceras que uno nunca deja al niño que lleva dentro, y experiencias tan distintas como las que se viven en este parque, nos revelan que uno nunca es lo suficientemente grande para dejar de sorprenderse.
Habiendo perdido mi papel de analista, mi mejor recurso para poder narrar su experiencia fueron los testimonios de viva voz que mis padres me dieron. Mi mamá desde su perspectiva siempre colorida, y la de mi papá siempre con su matiz científico que lo caracteriza. Sin embargo, ambos maravillados.
“Todos los detalles están cuidados para poner a prueba nuestros sentidos y nuestra capacidad de aceptar retos. Disfrutar el Vuelo de Pájaro, (que es lo máximo), atreverte a volar y disfrutar el viaje. Deslizarte por un Río de Lodo (que es algo que nunca pensé hacer) resultó un reto que definitivamente vale la pena intentar. El paseo por el Pueblo chueco fue una nueva aventura para mis sentidos, con todos los detalles perfectamente acomodados. Pero sin duda, el mayor reto fue el Xensatorium, donde tuve que romper mis miedos y atreverme a seguir. Cuando finalmente lo logras, te encuentras con una sensación maravillosa de valorar la vista, la belleza, y todo lo que nos regalan nuestros sentidos.
Es un buen reencuentro para aprender a fijarnos en todos los pequeños detalles que nos rodean y hacen hermoso el mundo. Una experiencia sumamente intensa y enriquecedora. Pues, ¿qué más te digo? A mi me encantó. ¡Fue una experiencia hermosa y un reto superado!”
“Desde la entrada misma, empieza uno a experimentar sensaciones extrañas, producto de la percepción causada por el diseño de todo lo que rodea al parque. Desde los cubos del principio hasta el bebedero de W.C., le dicen al visitante que reflexione en todo lo que hace, porque se romperán varios esquemas durante el paseo. El diseño y la variedad de experiencias que se viven es realmente variado y ciertamente van desde cosas muy sencillas, hasta emociones y retos que implican respuestas voluntarias por parte de las personas que visitan el parque.
Es un lugar con ideas muy creativas y originales que hacen que valga la pena conocerlo y recorrerlo. Realmente, todo es interesante. Sin embargo, mi parte favorita fue el recorrido por el Pueblo que juega con nuestra percepción, haciéndonos creer que subimos cuando bajamos y que bajamos cuando subimos. Resulta imposible confirmar sensorialmente ya que la percepción de nuestros sentidos es totalmente engañosa y la realidad que se vive es de algo totalmente diferente a lo que se ve. Un lugar que lleva al visitante a experimentar sensaciones que nunca antes había sentido.
De la misma forma, todas las actividades, juegos y diversión que hay en el parque te llevan a experimentar un sinfín de percepciones sensoriales realmente muy variadas, tales como, deslizarse en un tobogán, volar como un pájaro, o relajarse en un río de aguas termales o de lodo. Vivencias que realmente pueden significar haberlas experimentado solo una vez en la vida.”
Sin duda, todos nos divertimos. Pero más allá de eso, lo que me llevo es la felicidad de ver los ojos de ilusión de mis padres al vivir experiencias nuevas. La satisfacción de saber que siempre hay algo más por descubrir, y que el mundo es una aventura por explorar. ¡No hay mejor manera de hacerlo que dejando libre a nuestro niño interior!
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