Julio 13, 2025
La cocina tradicional mexicana no solo se reconoce por sus sabores, sino también por los recipientes en los que se prepara. Las cazuelas, jarros y platos de barro vidriado no son solo utensilios: son piezas vivas de historia, arte y cultura.
Durante generaciones, el barro ha sido protagonista silencioso de los platillos más entrañables: mole, carnitas, atole, frijoles de olla. Y hoy nos preguntamos…
¿Cazuela o reliquia?
¿Por qué no ambas?
El barro vidriado de Michoacán tiene raíces profundas en las comunidades purépechas, donde el conocimiento de la alfarería se transmite de generación en generación. Más allá de una técnica, es una forma de entender el mundo: con paciencia, manos firmes y respeto por los elementos.
Pueblos como Capula, Patamban o Tzintzuntzan han mantenido viva esta tradición, convirtiendo el barro en un medio para contar historias, rendir homenaje a la tierra y dar sabor a la vida.
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El proceso de vidriado comenzó como una manera de impermeabilizar las piezas, pero con el tiempo se convirtió en una firma estética. El brillo que caracteriza a estos objetos se obtiene mediante el uso de esmaltes y un horneado controlado que requiere dominio técnico y sensibilidad artística.
Actualmente, los artesanos combinan técnicas ancestrales con alternativas sostenibles, como vidriados sin plomo, que garantizan salud y conservación del medio ambiente.
Hablar del barro vidriado es hablar de objetos con alma. Entre las piezas más populares destacan:
Cada uno tiene su propia personalidad, decorado con motivos florales, grecas o formas animales, y su diseño refleja la identidad de cada comunidad.
En una época donde lo industrial domina, apostar por el barro es un acto de resistencia cultural y ecológica. El barro es un material biodegradable, su producción respeta ritmos naturales, y las nuevas generaciones de artesanos están comprometidas con prácticas más saludables.
Además, cocinar en barro aporta sabores únicos, mantiene mejor la temperatura de los alimentos y aporta una estética rústica que reconecta con nuestras raíces.
Cuidar una cazuela de barro es como cuidar una herencia familiar: se lava con respeto, se guarda con orgullo y se usa con amor.
Más que un objeto, el barro vidriado es una extensión de nuestra identidad culinaria. En cada cazuela se condensa un legado de siglos, una técnica milenaria y un sabor que no se olvida.
En el corazón de Hotel Xcaret México, dentro del tradicional Mercado de La Merced, se encuentra una auténtica reliquia del arte popular mexicano: la cazuela de barro más grande del mundo.
Esta imponente pieza es un legado de barro, fuego y tradición. Fue creada en Metepec, Estado de México, por las manos del maestro alfarero Bernardo Camacho Quiroz, quien le dio forma a esta obra monumental con pasión y maestría.
Sus dimensiones son impresionantes: 2.5 metros de diámetro, 1.5 metros de altura y una tonelada de historia viva. Para su elaboración se utilizaron 700 kilos de barro y 2.5 toneladas de leña, y fue cocida en un horno de más de tres metros de alto. En una ocasión, se preparó en ella una tonelada de guisados que alimentaron a más de 9,600 personas.
Gracias a su grandeza y significado, fue reconocida en 2014 por el Récord Guinness como la cazuela de barro más grande del mundo. Hoy, forma parte del alma del Mercado de La Merced, donde representa el calor del hogar mexicano, la riqueza artesanal y el orgullo de nuestras raíces.
Quienes la visitan no solo se asombran por su tamaño, sino que conectan con la historia y la tradición que lleva consigo. Un verdadero homenaje a México y su cultura.
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Soy una marketera originaria de Pachuca, Hidalgo, apasionada por crear experiencias con alma que con...
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