Octubre 31, 2025
En cada edición del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte de Xcaret, los altares se convierten en el alma visible del homenaje. Son espacios que respiran historia, devoción y creatividad, donde cada vela encendida y cada flor colocada nos recuerdan que la memoria también vive en los colores y los aromas.

Este 2025, el festival recibe al estado invitado de Michoacán, una tierra profundamente ligada al Día de Muertos por sus rituales, su cosmovisión y la manera en que las comunidades celebran el reencuentro con las almas. Sus altares llegan a Xcaret como testimonio de una tradición reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, viva gracias al amor y la continuidad de sus pueblos.
A lo largo del parque Xcaret, los visitantes podrán recorrer una diversidad de altares que muestran distintas interpretaciones del homenaje: desde los que reproducen las costumbres purépechas y las ofrendas familiares michoacanas, hasta aquellos que incorporan elementos contemporáneos o artísticos. Cada altar ofrece una historia, una enseñanza y una emoción distinta.

En el pasillo principal brillaban las piezas de cobre de Santa Clara del Cobre, talladas y repujadas con maestría. Charolas ganadoras de concursos nacionales, jarras, botellas y figuras artesanales acompañaban la imagen de Pito Pérez, personaje emblemático del pueblo. Entre los elementos, los charales del lago de Zirahuén recordaban la riqueza natural y gastronómica de Michoacán.

El altar de Zamora celebró a una tierra de nombres ilustres, cuna del diplomático Alfonso García Robles. Con barro vidriado, cocuchas, pan de Tinguindín y tul de carrizo, la ofrenda unía el arte popular con la agricultura moderna: los campos de berries que hoy sostienen la región. Su colorido evocaba el corazón de occidente, donde la vida y la tierra laten al mismo ritmo.

La tradicional velación de altares se trasladó a Xcaret con una atmósfera solemne y luminosa. Mazorcas colgadas, barro local, piezas de laca artesanal y vestimentas purépechas narraban el vínculo entre los vivos y sus ancestros. Este altar respiraba espiritualidad, como si el fuego de sus velas aún se reflejara sobre el lago de Pátzcuaro.

Por primera vez presente en el festival, Quiroga rindió homenaje a doña Salud, una mujer que vivió más de cien años. En la ofrenda se colocaron platillos típicos como carnitas, corundas y pan, junto a una batea de madera labrada. El conjunto transmitía sencillez y cariño familiar, recordando que la tradición también se sostiene en las manos que cocinan y comparten.

Flores frescas y veladoras rodeaban fotografías de adultos mayores de la Estancia Municipal. Cada elemento rendía tributo a las generaciones que mantienen vivas las costumbres y a quienes enseñaron a ofrecer con amor lo que se tiene en casa.

Cuatro velas —negra, blanca, amarilla y roja— representaban los rumbos del universo. En torno a ellas, se dispusieron oraciones, alimentos y frutas locales, símbolo de los cuatro elementos que dan equilibrio a la vida.

El pan de muerto, el tamal colado, la naranja dulce y la jícama llenaron este altar de aromas de cosecha. Cada plato reflejaba gratitud por los frutos de la tierra y la dulzura del reencuentro con los antepasados.

Inspirado en el célebre cenote de las culebras, la comunidad presentó una ofrenda llena de sabor: taquitos, tamalitos de puerco y chocolate espumoso. Era un homenaje a la naturaleza y a los espíritus que habitan el agua subterránea.

El pib, los tamales y la Santísima Cruz formaban el corazón de esta ofrenda, donde lo religioso y lo ancestral se unían. Representaba la creencia de que la comida calienta el alma del visitante que regresa desde el más allá.

Entre frutas de temporada, tamales y flores, piden por la protección de todos los visitantes, bendiciéndolos y alejando el mal. Su altar es tanto un acto de fe como un gesto de hospitalidad: una bienvenida espiritual al corazón de Xcaret

Durante una semana, la comunidad mantiene viva la tradición preparando caldos y alimentos típicos. En su altar, el vapor de los “puros calditos” se mezclaba con las flores y las plegarias, creando un espacio familiar lleno de ternura.

Representó el paso de las almas cruzando las aguas en trajineras, inspirado en el río de Janitzio. Una pieza visual y simbólica que unió el agua, el fuego y la memoria.

Colaboradores del parque crearon una ofrenda dedicada a sus compañeros fallecidos. Con flores, copal y elementos purépechas, recordaron que cada persona que partió dejó huellas en el agua, el bosque y el trabajo diario, con la palabra “Terutsemee” que significa bienvenidos recibiendo a aquellos que ya no estan.

Basado en la tradición de los viejitos y la isla de Pátzcuaro, este altar unió humor y respeto. Figuras de “miringuas”, listones de colores y velas recordaban a familiares ausentes y a las risas que aún resuenan entre los vivos.

Un colorido rehilete girando entre flores simbolizaba el movimiento constante de la vida. La composición jugaba con el viento y la luz, recordando que todo lo que existe cambia, pero nada desaparece.

Fotografías de mamíferos y aves acompañaban veladoras y mariposas monarca. Este altar honraba la memoria de los animales del parque y la conexión eterna entre la naturaleza y los seres humanos.

El área de Actividades Recreativas elaboró un altar de tres niveles con forma de lancha, inspirado en la leyenda del lago de Pátzcuaro. Cada nivel representaba el tránsito de las almas a través del agua, la vida y la memoria. La estructura, adornada con flores y velas, parecía navegar entre mundos, recordando que el movimiento también es parte del homenaje.

El área de construcción de los parques Xcaret, Grupo Polé, presentó una impresionante estructura en forma de iglesia inspirada en el Convento de Santa Ana de Tzintzuntzan, Michoacán. Dedicaron su altar al legado del Ing. Elías Cortés Uribe y el Arq. Carlos de Jesús Pérez Almanza, pilares en la historia constructiva del parque. Con flores de cempasúchil, mariposas monarca, velas, petates y platillos típicos como sopa de tortilla, carnitas y pan de muerto, la ofrenda evocó la arquitectura michoacana y la fe que une a los vivos con sus ancestros, transformando la ingeniería en un acto de memoria y gratitud.

Dedicado a los personajes más representativos de Michoacán, se inspiró en el vuelo migratorio de la mariposa monarca. Las alas simbolizaban el alma que viaja cada año para reencontrarse con la vida.

Una reinterpretación moderna de la ofrenda tradicional. Elementos abstractos, colores vivos y texturas visuales convirtieron este altar en una pieza artística que mezclaba creatividad y devoción.

Inspirado en Janitzio, una de las siete islas del lago, el altar mostró pescadores, redes y alas de mariposa hechas a mano. Representaba la unión entre la pesca, la fe y el vuelo espiritual.

Y si no sabes porque se menciona tanto el Pan de Muerto, aqui te dejamos su historia.
Este altar relató la leyenda de la princesa que dio origen a la isla de Janitzio. El cacao, cultivado en Michoacán, simbolizaba la unión de las almas que vuelan como mariposas monarca. Los visitantes podían dejar su propia ofrenda, integrándose al relato.

Entre piezas de barro y cerámica, una guitarra pintada por la madre acompañaba la primera guitarra del hermano músico. Fotografías familiares, comida tradicional y bebidas favoritas conformaron una ofrenda cálida dedicada a abuelos y padres, todo aderezado con el picor de la nostalgia.

Dedicado a don Martín, fundador de la danza prehispánica. Su esposa armó el altar con cruces representativas y símbolos protectores. Era un homenaje íntimo a la raíz espiritual del movimiento y la fe.

Una ofrenda familiar con tamales, dulces y refrescos frente a las fotografías de los abuelos. Cada prenda exhibida contaba la historia de los hilos que unen generaciones de artesanos.

Conmovió por su historia: dedicado a la madre del artesano y a su suegra costurera, quien sostuvo a su familia tras la muerte de su esposo. Los tejidos y los platillos favoritos de la señora recordaban su fuerza y su ternura.

El altar combinó charolas, sombreros y trenzas de palma. Frutas, dulces y colores naturales decoraban el espacio pensado para que los visitantes se tomaran fotos, compartiendo así una tradición viva e innovadora.

Pequeño pero encantador, este altar estaba hecho con hojas de palma de coco tejidas y calaveritas decorativas. Destacaba una figura de guacamayo, guiño a la fauna que convive cada día en el parque.

Una reinterpretación lúdica: la tradicional lotería mexicana se transformó en un cementerio lleno de símbolos. Entre humor y respeto, recordaba que la muerte también puede celebrarse con juego y alegría.

Los altares del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte de Xcaret no solo preservan una costumbre ancestral; también la transforman en un encuentro con lo que somos.
Cada ofrenda es una conversación con la memoria, un puente entre generaciones y una manera de recordar que celebrar la muerte es, en realidad, una forma de afirmar la vida.
Revive la magia de las ediciones anteriores del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte en Xcaret, cada año se lucen los altares con una variedad y belleza única, asi que no puedes dejar de ver lo que hemos expuesto en años anteriores! y dinos, ¿Cuál fue tu altar favorito de 2024 y 2025?

Mercadóloga de día, creativa siempre. Me inspiran los viajes, las fotos y los detalles que pasan des...

Grupo Xcaret
Hotels