Noviembre 06, 2025
En el corazón de la Meseta Purépecha, donde el viento lleva consigo las historias de los abuelos y el sonido de las guitarras resuena entre los bosques, nace una de las expresiones más profundas de la cultura michoacana: las pirekuas. Esta forma de canto tradicional, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, es mucho más que una melodía; es un puente que une generaciones y mantiene viva una lengua ancestral.
Durante el Festival de Tradiciones de Vida y Muerte en Xcaret, el grupo Tanime Iretecha, que significa “Tres pueblos”, compartió con orgullo esta herencia musical. Su integrante, Adolfo Gabriel Castillo, maestro compositor y 2da voz, nos habló con una calidez que solo puede venir de quien ha crecido entre acordes y palabras purépechas.

“La pirekua quiere decir canción. Y como toda música, habla de la vida, de la muerte, del amor, de la naturaleza… de las cosas que suceden día con día a nuestro alrededor”.
Su explicación va más allá del significado literal. En cada verso de una pirekua late el espíritu de un pueblo que canta para no olvidar. Las letras, interpretadas en lengua purépecha, narran el amor por la tierra, la pérdida, la esperanza y el respeto por la naturaleza. En ellas se entrelazan sentimientos universales, pero expresados desde una cosmovisión única.

Adolfo recuerda que su idioma es la raíz de todo. “El purépecha se conserva desde el seno de la familia. Los papás le van enseñando a los niños, y muchas familias, desde que nace el niño, ya lo crían casi hablando purépecha porque es su idioma materno”. De esta forma, la lengua se mantiene viva, no solo en la palabra hablada, sino también en la música, donde cada verso es una ofrenda a la memoria colectiva.
El grupo Tanime Iretecha representa esa continuidad. Herederos de una larga tradición familiar, su música está tejida con las enseñanzas de quienes vinieron antes.

“Venimos de familiares músicos: de nuestros abuelos, de nuestros papás, de nuestros tíos… queremos seguir ese legado que ellos nos dejaron para seguir difundiendo la música purépecha”. Y lo hacen con un sentimiento profundo que traspasa las barreras del idioma.
En el escenario, la experiencia de escucharlos es tan emotiva como verlos vestir con orgullo sus trajes tradicionales. Ulises Santana Saavedra, 1era voz y quien está a cargo de la guitarra de acompañamiento de este trio, nos explica que existen dos tipos de vestimenta: una para el día a día y otra de gala, más elaborada y con bordados que reflejan la identidad de cada región. J. Isidro Jacinto Alcaráz, 3ra voz y quien toca el contrabajo de este trio de pirekua, nos explicó un poco más acerca del significado de los colores y lo que significan

“El color azul pertenece a la región lacustre, del lago de Pátzcuaro; el verde representa la meseta purépecha; el amarillo la cañada; y el morado, la ciénega de Zacapu”.
Así, cada tonalidad se convierte en símbolo de procedencia y pertenencia, una forma visible de contar quiénes son y de dónde vienen.
Durante su presentación en Xcaret, el público no solo escuchó música; fue testigo de una manifestación viva del alma purépecha. En cada acorde se percibía el respeto hacia las generaciones anteriores y el deseo de compartir su cultura con el mundo. “Queremos que el mundo conozca que hay música purépecha en el estado de Michoacán”, dice Adolfo con orgullo.

La pirekua purépecha es una expresión de resistencia y amor. A través de esta música tipica de michoacan, los purépechas han conservado su idioma, su historia y su identidad. Cada canto tradicional mexicano es una conversación entre el pasado y el presente, un recordatorio de que la cultura no se preserva solo en los museos, sino en la voz de quienes la siguen interpretando.
La cadencia pausada de las guitarras, los tonos cálidos de las voces y las letras en lengua purépecha crean un ambiente donde el tiempo parece detenerse. Escuchar una pirekua es adentrarse en una tradición que ha sobrevivido a los siglos gracias a su fuerza emocional y a la transmisión oral. No es solo una manifestación artística, sino también un acto de amor hacia las raíces.
Mientras suena la música de Tanime Iretecha, es imposible no pensar en cómo la pirekua se convierte en un lenguaje universal de sentimientos. Aunque no se entienda cada palabra, se comprende su esencia.

“Cuando cantamos nuestra música, la sentimos, y yo creo que, al sentirla, la transmitimos a quien nos escucha”, afirma Adolfo. En ese momento, la emoción se convierte en el verdadero idioma, uno que no necesita traducción.
Esta experiencia, vivida en el marco del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte, deja una huella imborrable. La pirekua purépecha no solo se escucha: se siente, se contempla y se honra. Es el eco de una historia que sigue viva gracias a artistas que, como Adolfo Gabriel Castillo, Ulises Santana Saavedra y J. Isidro Jacinto Alcaráz, miembros del grupo Tanime Iretecha, dedican su voz a mantener encendida la llama de un pueblo que canta desde el corazón.

Soy una amante de los perritos, exploradora de destinos y cazadora de momentos con mi cámara en mano...

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