Noviembre 04, 2024
Al hablar con artesanas locales, personas dedicadas a la milpa, la apicultura y la cocina tradicional, me di cuenta de que la cultura de este estado no solo existe, sino que vibra con una fuerza increíble, aunque a menudo no recibe la visibilidad que merece. En el Festival de Tradiciones de Vida y Muerte de Xcaret, tuve la oportunidad de conocer y charlar con algunos de estos guardianes de las tradiciones y ver de cerca lo que ellos crean, cultivan, cocinan y comparten. Desde los tamales del Hanal Pixán hasta el brazo de reina y el poc chuc, cada platillo y cada tradición son un testimonio vivo de una identidad que busca ser redescubierta y valorada.
Tuve la fortuna de conversar con Bonifacio Kauil Chi, rezador en su altar de Hanal Pixán de la comunidad de Sabán en la exhibición de altares. Además de explicarme el profundo significado de esta tradición de Día de Muertos en la cultura maya, Bonifacio me habló de su trabajo en la milpa, su vida diaria y su conexión con la tierra.
La milpa maya es mucho más que un sistema agrícola; es una herencia ancestral que refleja una relación de respeto y armonía entre la tierra y quienes la cultivan. Bonifacio me contó que en la milpa no sólo se producen alimentos, sino que también se mantiene un equilibrio que regenera el suelo, conservando así el ambiente para las generaciones futuras. Este sistema sigue ciclos de cultivo muy específicos, donde cada época del año dicta qué debe sembrarse y cuándo, y se acompaña de ceremonias de agradecimiento a la tierra, tradición que Bonifacio y otros guardianes de la milpa mantienen viva con orgullo y devoción.
Este proceso agrícola tiene un impacto cultural profundo, pues en cada milpa se plasma la identidad y la memoria colectiva de las comunidades. Sin embargo, como él señala, muchas personas en las ciudades ni se imaginan la riqueza cultural y el conocimiento que la milpa sostiene, una herencia que sigue dando frutos y contando historias de conexión con la naturaleza.
Al ver el programa del evento, vi que había una degustación de mieles y con gran asombro me adentré también en la apicultura de la miel de abeja melipona, que como me platicó Miguel Puc Pat de X-Cabil, es un proceso tan fascinante como ancestral. Las abejas meliponas, esas pequeñas sin aguijón, producen una miel que para las comunidades mayas es mucho más que un endulzante; es un elemento de sanación y hasta de espiritualidad.
A diferencia de otras mieles, la melipona se cuida de forma casi ritual, y cada colmena es un vínculo de respeto entre el apicultor y el medio ambiente. Hay también miel de bejuco, otra variedad interesante que se obtiene de plantas trepadoras de la región y que aporta un sabor único. Conectar con estas tradiciones apícolas fue ver cómo los quintanarroenses no sólo preservan, sino reinventan y celebran su identidad a través de algo tan cotidiano como la miel.
Y hay mucho más que descubrir sobre la cultura de Quintana Roo si uno se toma el tiempo.
Por ejemplo, cuando le pregunté a Yatzuri Noc Chuc sobre el bordado tradicional, me explicó que en su comunidad, X-Pichil, la tradición del bordado está viva y que ella y sus compañeras trabajan con técnicas únicas que no suelen encontrarse en otras regiones, como las puntadas inspiradas en los patrones geométricos de las zonas arqueológicas de Quintana Roo. A diferencia de los bordados florales de Yucatán, en Quintana Roo los diseños son marcadamente geométricos, una diferencia que cuenta una historia propia de la relación del pueblo con su entorno.
Para María Magdalena y las mujeres de su grupo de bordado en Felipe Carrillo Puerto, la práctica va más allá del tejido; es un espacio de empoderamiento. Hace más de quince años, se unieron para generar ingresos propios y ahora son cincuenta mujeres que encuentran en el bordado y el tejido una forma de cuidar de sus familias, manteniendo viva una tradición que les da identidad y dignidad. A ellas les entusiasma compartir lo que hacen, y para ellas, más que ventas, es la idea de que otros conozcan y valoren la riqueza de su cultura lo que las motiva.
La gastronomía de Quintana Roo es un reflejo de su herencia maya y, aunque comparte algunos platillos con Yucatán, sigue siendo única y esencial para las comunidades locales.
Entre sus comidas tradicionales destaca el mucbipollo, un tamal gigante preparado especialmente para el Hanal Pixán, que se cocina enterrado bajo tierra en un horno de piedra. Otros favoritos incluyen el brazo de reina, un tamal envuelto en hojas de chaya y relleno de masa con semillas de calabaza molidas, que combina sabores locales y técnicas ancestrales. También están los tamales tradicionales, adaptados a los ingredientes de la región, y el poc chuc, carne de cerdo marinada en jugo de naranja agria y asada, servida con tortillas y salsas frescas.
Estos platillos no solo deleitan el paladar, sino que conectan a las comunidades con su historia y sus prácticas, manteniendo viva una tradición culinaria que une a las familias y fortalece la identidad de Quintana Roo.
Todo esto me dejó pensando en lo importante que es acercarse a las comunidades, a conocer de primera mano estos saberes. Quintana Roo no es un estado sin cultura; es un lugar donde la cultura está más viva que nunca. Las manos de los apicultores, bordadoras y músicos la tejen y recrean cada día, transformando un rincón de México en un espacio lleno de historia y tradiciones que merece ser conocido.
Una mirada a la cultura viva de Quintana Roo, donde la milpa, la apicultura, la artesanía y la gastronomía maya mantienen un legado profundo en sus comunidades.
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